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Thursday, December 15, 2016

Humanismo Cristiano

HUMANISMO CRISTIANO
Llegamos así a la reflexión, la conjunción entre Humanismo y Cristianismo en Humanismo de inspiración Cristiana. Esta claro que al calificar el Humanismo de “Cristiano” no se puede descalificara quienes pueden pensar de otra manera; es tratar de aclarar que se aceptan todas las consecuencias que la encarnación del Hijo de Dios tiene para todos los hombres y que exige una permanente profundización.
La Constitución Apostólica Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II señala un determinado humanismo como una de las raíces del ateísmo contemporáneo “Hay quienes exaltan tanto al hombre que queda consecuentemente enervado, la fe en Dios, a lo que parece, más interesados en la afirmación del hombre que por la negación de Dios.
Esto no significa que la Iglesia pretenda abandonar el terreno Humanista sino que por su parte acentúa el aspecto humanista del cristianismo, recogiendo con ello una tradición también antigua y que lleva al menos 5 decenios de renacimiento en el mundo católico. Recordemos el “Humanismo Integral” el 1936 de J Maritain, el mismo Concilio Vaticano II, las palabras de Pablo VI en el discurso de clausura del mismo Concilio “Sí, la Iglesia reunida en Concilio se ha ocupado del mundo… del hombre tal cual hoy en realidad se presentáis … Vosotros humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de lo supremo atribuid al Concilio siquiera este mérito y reconozca nuestro nuevo humanismo; También nosotros y más que nadie es promotor del hombre. El Cristianismo es profundamente humanista. Esta dimensión no es accidental sino que pertenece a su misma entraña. Sin ella, no sería el cristianismo lo que es. Destacar esta dimensión humanista del cristianismo es una opción de suma importancia y actualidad y para nosotros de necesidad dado que es el principio rector, nucleador de la filosofía de la institución.
Si debemos preguntarnos en qué sentido puede llamarse humanista el cristianismo y también cual es su peculiaridad respecto a otros humanismos.
Desde luego podemos afirmar que el cristianismo nunca será un “puro” humanismo, tiene una última mirada trascendente que desborda los límites de lo humano, el Dios de la revelación de Jesús de Nazareth. Por ello, es quizá mejor No hablar de él como “UN” humanismo más; no es uno entre tantos y su aportación podrá plasmarse en formas humanísticas diversas.
Lo que es innegable tienen rasgos típicamente humanistas, es más, el Humanismo Cristiano no solo no pone limites al hombre sino que lo sitúa en el camino hacia el infinito ennoblecimiento al incorporarlo a Cristo. El mismo concepto de hombre, todo lo que es dignamente humano quede ennoblecido a Cristo. De ahí que tenga sentido el que nos preguntemos sobre todo las cuestiones que afectan al hombre, qué dice Jesús, que se nos manifiesta en su persona en su palabra y en su obra.
El Vaticano II en la citada Constitución Gaudium et Spes dice, “La Iglesia sostiene que el reconocimiento de Dios no se pone, en ninguna manera, a la dignidad del hombre, ya que una tal dignidad se funda y se perfecciona en el mismo Dios”.
Empezamos por afirmar que el Humanismo Cristiano la identidad fundamental es Jesucristo, vocación de todos los hombres, afirmación del hombre. El cristianismo nace con la experiencia en que Jesús de Nazareth se sintió hijo. El mensaje entero de Jesús sobre el reinado y la voluntad de Dios será orientado a Dios como Padre. A este le llama Jesús SU PADRE con espontanea naturalidad, singular franqueza, singular novedad y originalidad y hasta escandalosa familiaridad. Lógica consecuencia de esta experiencia fue su anuncio de que los hombres podíamos llamar a Dios “Padre “; que debíamos portarnos como hermanos en un marco de fraternidad universal y esperar un reino de justicia y de amor.
Esta experiencia y este anuncio de Jesús de Nazareth son la clave humanista del cristianismo. Ahí se fundamenta el proyecto global o utopía humanista de inspiración cristiana, la nueva concepción de Dios, del hombre de la historia y del mundo porque se piensa que ellos en coherencia con finalidad a Jesús. Consiguientemente, en un grado en que sé amos consecuentes con nuestra adhesión a Cristo no puede tener otro humanismo que el humanismo cristiano. Este proyecto amoroso sobre los presupuestos indispensables mencionados que le dan viabilidad, sentido y orientación, busca, pese a las dificultades y tropiezos egoístas a que se enfrenta, construir un mundo fraternal digno de los hijos de Dios sobre un Humanismo definido en tres notas:
  • El destino y la envergadura de este proyecto tiene una primera nota definitoria el Humanismo del Amor. No un amor cualquiera, sino uno con fuerte acento en la generosidad desinteresada sobre los símbolos revelados por Jesús, Dios Padre - Hijo- Hermanos. Estamos invitados y convocados a vivir amándonos como hermanos, también a los que son enemigos, y esto de modo práctico, renunciando a la venganza y devolviendo bien por mal.
  • La segunda nota definitoria del proyecto global cristiano es el Humanismo de la Esperanza. Una esperanza solidaria dado que la llagada del reino de Dios, de la ciudad fraternal no es para el bienestar de uno o de pocos, sino para todos, y su construcción es también y aún primariamente, tarea de todos, en perpetuo proceso creativo. La parábola con la que Jesús surgió cómo será el juicio sobre la vida humana es hoy con toda razón invocada como clave de una situación activa y social de la esperanza “Me diste de comer, me diste de beber”.
  • El humanismo cristiano del amor y de la esperanza solidaria es también Humanismo de la Justicia. Por que su mirado a lo trascendente no olvida la realidad presente. Es por eso, un humanismo de lucha por la justicia, allí donde la justicia no es realidad.
En síntesis, el humanismo de inspiración cristiana no es un mero saber del hombre, sino un crecer consciente como hombre, un optar por la persona de Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, y por su misión de llevar plenitud a todos los hombres. El humanismo cristiano contempla al hombre, se acerca al hombre desde Jesús. Desde ahí se solidariza con el hombre, da firmeza a su responsabilidad y fundamenta su diálogo en una relación esencialmente personal.
A la relación de este proyecto global del humanismo cristiano debemos llevar como aportación especifica la luz del ideal fraternal del amor, de la esperanza y de la justicia. Así enunciado el proyecto global del Humanismo Cristiano abarca todas las dimensiones de la existencia humana y las orienta en la dirección trascendente. Humanismo y Cristianismo. Un Dios profundamente humano y unos hombres no eclipsados sino enaltecidos por Él y llamados a la plena fraternidad de los “Hijos de Dios”.
Nuestro que hacer debe entonces consistir en ver hacia donde puede lo cristiano inspirar los diversos aspectos de la vida en las circunstancias actuales de la humanidad.
Debemos recordar que para la operatización de este Proyecto Global de Humanismo de Inspiración Cristiana, el cristianismo no tiene un modelo definido que proponer. Sí nos marca su viabilidad, su sentido, su orientación, su destino, su envergadura y su apoyo. Nos señala también sus postulados básicos:
  • Dejar que Dios sea más que los límites de la razón.
  • No dejar que el hombre sea menos que hombre, ni desde luego, menos que las cosas.
  • Insertar el Humanismo de Inspiración Cristiana en la sociedad a la que nos debemos.
  • No buscar su comprensión desde lo humano sino desde la fe.
  • Tratar de que todos nosotros respondamos a las exigencias de nuestra fidelidad Cristo.
No obstante para la relación de este proyecto ya concreto cristiano del hombre tenemos las encíclicas de Juan Pablo II “Ex corde ecclesiae” y “Fides et Ratio”; los documentos del Episcopado Latinoamericano (1979). En estas encíclicas y en estos documentos se nos expresan las líneas de orientación y tareas que deben llevar las Universidades de Inspiración Cristiana y que deben ser objeto de nuestro estudio y análisis para ir definiendo la identidad del Humanismo de Inspiración Cristiana de nuestra Institución y su proyecto Cristiano del hombre.
Esta reflexión es una invitación a que confiemos que el humanismo cristiano puede seguir teniendo hoy su peculiar atractivo y quizá, incluso, mayor que en otros momentos en razón precisamente de la congenialidad del proyecto con las tendencias humanistas de hoy.
Lo dicho es un reto, pero un mundo que no tenga retos es algo que no vale la pena vivirse. Tomando el reto de hacer que el humanismo de inspiración cristiana sea la que inspire y oriente nuestro que hacer educativo y demos a México y al mundo esos hombres y mujeres cristianos sobresalientes, y capaces de defender y sembrar los valores de nuestro ideario, la vida el espíritu solidario, el amor, la esperanza y la justicia, necesarios para vivir humanamente y hacer que los demás hombres vivan también un vida humana y todo ello con una alta exigencia y formación académica. Nuestro Humanismo de Inspiración Cristiana debe salir de las aulas para llegar, a través de todos los miembros de la comunidad educativa, a la sociedad que pretendemos servir y ofrecerle los valores que tanto necesita.
Corriente ideológica y política de fines de siglo XIX surgió en el seno del catolicismo a raíz de la famosa encíclica del Papa León XIII, de 1893. Sin embargo, el comienzo del siglo XX la jerarquía eclesiástica prefirió emplear él termino “social-cristianismo”.
Sólo en el curso de la lucha contra el fascismo, especialmente durante y después de la Segunda Guerra Mundial, la santa sede dio el visto bueno al uso oficial del termino “d.c.”, lo que permitió a sus adeptos unirse políticamente y forma sus partidos demócrata - cristianos en muchos países de Europa y América Latina luego de algunos países de Africa y Asia. Estos partidos se agrupan en los años '50 en la Internacional de partidos demócrata - cristianos. Muchos de estos partidos llagaron al poder en Alemania, Italia, Chile, Costa Rica, Panamá, Venezuela y otros países de Europa y América. El colapso del partido demócrata - cristiano en Italia a comienzos de los años '90 agudizó considerablemente la crisis del movimiento demócrata - cristiano. La base teórica de la d.c. esta apoyada en la doctrina social de la Iglesia Católica y el ecumenismo, que permite al movimiento extender su influencia también a aquellos sectores de la población que son fieles al protestantismo en sus diferentes manifestaciones. Gran influencia sobre las concepciones políticas de la d.c. fue ejercida por la obra del filósofo neotomista francés J. Maritain, sobre todo con su doctrina del humanismo integral (humanismo cristiano)
Es un caso de humanismo filosófico. “La interpretación del cristianismo en clave humanista se debe encuadrar en el proceso general de revisión y adaptación de las doctrinas cristianas al mundo moderno, con respecto al cual la iglesia había adoptado durante siglos una posición de rechazó ó de abierta condena. Comúnmente se considera que el viraje de la Iglesia comienza a partir de la encíclica Rerum Novarum de León XIII (1891). Con esta encíclica la Iglesia trató de darse una doctrina social que pudiera contraponerse al liberalismo ó al socialismo. La Iglesia autorizó la formación de partidos de masas de inspiración cristiana y sé repropuso como portadora de una visión del mundo y de una ética capaz de dar respuesta a las necesidades más profundas del hombre moderno. Es en este intento donde se encuadra el h.c. cuyo iniciador puede ser considerado J. Maritain. Este había sido primero alumno de Bergson, y después había adherido al socialismo revolucionario. Insatisfecho de ambas filosofías, en 1906 se convirtió al catolicismo. Fue uno de los exponentes más notables de la así llamada neoescolástica o neotomismo. Es decir, de aquella corriente del pensamiento católico moderno que sé remoto directamente de Santo Tomás de Aquino y, a través de él, a Aristóteles, cuyo pensamiento Santo Tomás había adaptado a los dogmas cristianos. La de Maritain es, entonces, una posición cultural que se contrapone radicalmente a la tendencia más general del pensamiento moderno del Renacimiento en adelante. Este efecto, fue precisamente contra la escolástica tomista (la expresión más típica del pensamiento medieval), que se habían lanzado los humanistas del Renacimiento. En su libro Humanismo Integral, Maritain examina la evolución del pensamiento moderno desde la crisis de la Cristiandad medieval al individualismo burgués del siglo XIX y al totalitarismo del siglo XX. En esta evolución él ve la tragedia del humanismo “antropocéntrico”, que se desarrolla a partir del Renacimiento. Este humanismo, que ha llevado a una progresiva descristrianización de Occidente en una metafísica de la “Libertad sin la Gracia”.
El humanismo filosófico es una postura sustentada por numerosos exponentes del Existencialismo y por representantes de distintas corrientes historicistas. También se ha dado el surgimiento de algunas confusas ideologías basadas en la supuesta “naturaleza humana”. Estos naturalistas, en general aceptan la definición del ser humano como un “animal racional” y, por lo tanto, lo ubican del lado de una “animalitas” evolucionada con lo cual no determinan las diferencias estructurales entre el ser humano y el animal, sino que anotan las diferencias de complejidad que se desarrollan en una misma estructura. No es fácil comprender como esos naturalistas o neonaturalistas pueden considerarse así mismos como “humanistas”. Una de las Definiciones de Humanidad es la sensibilidad, compasión de las desgracias de nuestros semejantes, benignidad, mansedumbre, afabilidad.
En un sentido amplio abarca todas las generaciones del Homo Sapiens en el pasado y presente. De este modo la historia de la Humanidad tiene aproximadamente unos 200.000 a 300.000 años pero los neántropos aparecieron visiblemente hace 60.000 años en Africa y 40.000 años en la península de Arabia. En un sentido estrecho, la humanidad tiene en cuenta a todas las generaciones presentes, o sea, aproximadamente 6,400.000.000 de personas que habitan nuestra tierra. La noción de Humanidad surgió hace 9.000a 7.000 años simultáneamente en las civilizaciones antiguas de Europa, Asia y Africa y se manifestó en las religiones mundiales. Pero sólo desde los siglos XV - XVI este concepto de la Humanidad presente, como el conjunto de todos los seres humanos que habitan el globo terráqueo, se convierte en patrimonio de la ciencia y la práctica de las relaciones internacionales de la O.N.U., que proclama la prioridad de los derechos humanos, la práctica de la discriminación de diferentes grupos humanos es condenada oficialmente por la comunidad internacional, aunque no está erradicada todavía. El Humanismo Teocéntrico es una posición caracterizada así por la similitud con algunas propuestas de otros humanismos, pero partiendo siempre de la idea de la divinidad. El humanismo cristiano es un caso de humanismo teocéntrico. Manifestaciones de humanismo teocéntico pueden ser observadas en las más diversas culturas. Al Humanismo Autropocéntrico se le considera una postura que se basa en la ubicación central del ser humano excluyendo, en general, todo planteamiento teísta. Por otra parte, el humanismo atropocéntrico rechaza el dominio de un ser humano por otro, desplazando su acción hacia el control de la naturaleza, definida como el medio sobre el cual se debe ejercer un poder irrestricto. Las diferencias con el Nuevo Humanismo están dadas porque éste parte de su posición central del ser humano, pero no descarta a las posturas teístas. Por otra parte, considera a la naturaleza no como un medio pasivo sino como fuerza actuante en interacción con el fenómeno humano. Por consiguiente, el impulso por las mejoras individuales y sociales debe tener e cuenta el impacto humano sobre la naturaleza, cosa que impone limitaciones no solamente morales, sino que debe reflejarse en el sistema legal y en la planificación ecológica. Nuestro tiempo vive con la conciencia de que ele humanismo ha conducido al hombre al borde de la tragedia y de que, sin embargo, es menester revalorizar el humanismo, darle un nuevo sentido. Es la angustia que se trasluce en el interrogante de Jean Beaufret, que motivo una famosa carta de contestación de Heidegger, en la que éste fija de manera equívoca su posición ante el humanismo. Para Heidegger lo mejor es renunciar a esa palabra, dejar de lado la preocupación de darle de nuevo un sentido. Ello sin perjuicio de que la filosofía de Heidegger se afirme como humanismo en un sentido mucho más radical que el de todos los humanismos al uso. Es un humanismo que piensa en el que juega, no el hombre, sino el ser histórico del hombre en cuanto proviene d la verdad el ser. ¿Pero vale la pena llamar a eso humanismo? La respuesta de Heidegger es negativa.
También en nombre del cristianismo se dirigen ataques al humanismo. Se pretende que el pecado original ha destruido la posibilidad de un humanismo cristiano y que la elevación sobrenatural quita al hombre incluso el mismo sentido positivo de su existencia exclusivamente humana. El humanismo cristiano convierte lo cristiano en un mero accidente de la vida terrena; podría ser, acaso, el único calificativo correcto del humanismo, pero accidental al fin y al cabo; lo sustantivo sería el humanismo y lo cristiano se convertiría en un simple adjetivo.
Es posible que en esta argumentación se incurra en una petitio principii consiste en dar como concepto válido del humanismo precisamente sólo el concepto del humanismo precisamente sólo el del concepto del humanismo no cristiano, de donde resulta como consecuencia que un concepto incompatible con el cristianismo no se convierte en cristiano por que se le bautice como tal mediante una simple adjetivación. Pero ¿porqué esta concesión al humanismo no cristiano? Nada hay que la justifique, ya que el humanismo, en sí mismo, no designa otra cosa que la tendencia a realizar en todos los órdenes la humanitas, o sea, un ideal humano que para, os cristianos será distinto del de los racionalistas o los marxistas. Ahora bien, el hombre elevado por el cristianismo a la categoría de hijos de Dios y coheredero con Cristo no deja de ser hombre en su peculiar naturaleza, y los dones divinos que le transforman no son más que accidentes; lo sustancial y esencial en el cristianismo es la humanidad - qué fundamenta el humanismo - y lo accidental y sobreañadido, aunque con la sublime eficacia de perfeccionar y elevar al hombre a un orden divino, la gracia y lo específicamente cristiano. Yo creo que se puede lícitamente defender desde un punto de vista cristiano la posibilidad de un humanismo y que el sentido de la teología, de la filosofía y de la literatura española de nuestra gran época ha sido precisamente el dar forma al humanismo cristiano.
Nuestros teólogos y juristas encarnan magníficamente la concepción optimista del hombre social, en la cual se contiene un fuerte elemento de la racionalidad, propio del humanismo. Así Vitoria tiene confianza en la inteligencia y en la responsabilidad del hombre; cree que en éste prevalecen la disposición para la mutua ayuda y el pacífico comercio social. La inclinación natural del hombre es buena y no se halla éste condenado fatalmente al mal. Esta doctrina, que es antiprotestante representa una concepción humanista, porque el humanismo tenía una concepción optimista de la vida, afirmaba la bondad de la naturaleza humana y admitía las posibilidades morales de la voluntad y de la libertad para el bien. En éste sentido la teología española es humanista y, sobre todo, en una de sus direcciones típicas, la de Molina, la cual representa tan entrañablemente el humanismo español como estilo vital, que se ha dicho, incluso, que el hidalgo, ese tipo de hombre que, como el gentleman inglés, personifica el modo de ser de un pueblo, constituye algo así como la teología molinista en acción.
El trabajo de los humanistas se difundió por toda Europa. El inglés John Colet aplicó el método crítico desarrollado en Italia para estudiar la Biblia; Desiderio Erasmo de Rotterdam, en su elogio de la locura, satirizó a sus contemporáneos, especialmente a los clérigos, al compararlos con las enseñanzas de la Biblia, el temprano cristiano y lo mejor de los pensadores paganos; Tomás Moro escribió una critica de la sociedad, su famosa Utopía. Para mediados del siglo XVI la educación humanista estaba bien establecida; alrededor del XVIII, el humanismo se identificaba con un pensamiento exclusivamente secular que rechazaba el cristianismo.
En el siglo XX, el concepto humanismo adquirió numerosos significados. Así, Ferdinand Schiller lo vio como una concepción filosófica que brota de la actividad humana; Irving Babbit empleó el término como una reacción contra el romanticismo y el naturalismo de la literatura; Jean Paul Sartre concibió, basado en Marx, un humanismo científico, Jacques Maritain intentó formular un humanismo cristiano, Erich Fromm propuso un socialismo humanista. Mientras tanto, fundamentalistas cristianos declararon su oposición al humanismo secular, por ser una ideología antirreligiosa.
Varios poetas y críticos anglosajones, como Matthew Arnold, han intentado recuperar la eticidad de las viejas civilizaciones en la época de la industrialización y materialismo, que los seres humanos son únicos entre las criaturas de la naturaleza que la esencia de la experiencia es fundamentalmente moral y ética y que la voluntad humana, aún cuando sujeta a leyes genéticas y modelada ambientalmente, es esencialmente libre. Estos pensadores desarrollaron un programa que, alrededor de 1930, comenzó a pasar de moda.
Hoy llegado el fin del milenio, renace el interés por el humanismo, debido a varios factores de importancia trascendental. El primero de ellos estriba en que el ocaso de la época histórica que concluye con el advenimiento del tercer milenio nos obliga, de grado ó por fuerza, a efectuar un análisis del pasado con miras al futuro; ya lo dijo Santayana; aquel que no conoce la historia tiende a repetir sus errores. Es necesario pues, revisar los acontecimientos del segundo milenio de la era cristiana, y unos de ellos, el humanismo, es central en la vida moderna, puesto que coloca al hombre en el centro de todas las cosas. Humanismo entendido como antropocentrismo. Con ello, la contradicción espíritu - materia, que representa al hombre, se encarna a nosotros.
Juan Pablo II afronta los desafíos del mundo universitario en la aldea global Ciudad del Vaticano, 16 de Noviembre de 1999 (Zenit). Juan Pablo II visitó la Universidad Pontificia Lateranense, institución de reconocido prestigio académico dependiente de <su> diócesis, la diócesis de Roma, para inaugurar el nuevo campus y dar inicio solemne al nuevo año académico. Al llegar por cuarta vez a su pontificado a la Lateranense, el santo padre fue recibido con entusiasmo por el coro de la Universidad. El Papa respondió a la calurosa bienvenida, en la que participaron además todos los alumnos y profesores.
Juan Pablo II afronta los desafíos de las sociedades multiculturales CIUDAD DEL VATICANO. La Iglesia está llamada a afrontar los grandes desafíos culturales del mundo actual, en el que las ideologías modernas tienden a alejarse de la verdad y excluir a Dios. Se condensa en estas líneas el mensaje que ha enviado Juan Pablo II a la asamblea plenaria del Consejo Pontificio para la cultura, que tiene lugar estos días en el milenio. A pocas semanas de la apertura del gran Jubileo del año 2000, tiempo de gracia excepcional - constata el Papa - la misión de enunciar a Cristo se hace más urgente, muchos de nuestros contemporáneos, especialmente os jóvenes, experimentan grandes dificultades al percibir que están sumergidos y desorientados por la multiplicidad de concepciones vigentes del hombre, de la vida y de la muerte, del mundo y de su significado. Al mismo tiempo, explicó Juan Pablo II, con demasiada frecuencia las concepciones del hombre que transmite la sociedad moderna se han convertido en auténticos sistemas de pensamiento que tienen la tendencia a alejarse de la verdad y excluir a Dios, creyendo que con ello están afirmando la primacía del hombre, en nombre de una pretendida libertad y de su pleno y libre desarrollo, de este modo, modo, estas ideologías privan al hombre de su dimensión constitutiva de persona creada a imagen y semejanza de Dios. Según el Papa, esta mutilación profunda se convierte hoy en una auténtica amenaza para el hombre pues lleva a concebir al hombre sin relación alguna con la trascendencia. Una de las tareas esenciales de la Iglesia, en su diálogo con sus culturas, consiste en guiar a nuestros contemporáneos en el descubrimiento de una sana antropología, que les lleve a conocer a Cristo, verdadero Dios y un verdadero Hombre. Por ello, el santo Padre consideró que el humanismo cristiano no es una simple cultura, sino que implico una concepción del hombre que puede penetrar a todas las culturas. Ante la riqueza de la salvación traída por Cristo, se derrumban las barreras que separan las diferentes culturas. La locura de la Cruz, de la que habla San Pablo, es una sabiduría de una potencia tal que supera todos los límites culturales. La sociedad globalizada, en muchos multicultural, puede engendrar el escepticismo y la indiferencia religiosa, constato Juan Pablo II. “Es un desafío que hay que afrontar con inteligencia y valentía. La Iglesia no tiene miedo de la legítima diversidad, que hace lucir los ricos tesoros del alma humana. Es más, se apoya en esta diversidad para inculturar el mensaje del Evangelio.

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